La multiplicidad de eso que llamamos tiempo es algo tremendo, y en cierto modo inenarrable, el otro día me asome a una discusión científica sobre lo que es el tiempo, o más bien sobre como definirlo, seguramente no entendí ni la décima parte de lo que ahí se decía…
Más allá de lo que realmente sea el tiempo, su paso tiene consecuencias observables, algunas muy obvias…
Otras cosas en cambio resultan más sutiles, sobretodo en la juventud cuando todo parece nuevo, después cuando el paso del tiempo descorre un poco el velo del egocentrismo juvenil, empezamos a constatar día a día que el tiempo también es una gran máquina de reciclaje, incluso de aquellas cosas que por su naturaleza maligna creíamos desterradas para siempre a los basureros de la historia.
Las rupturas generacionales de valores facilitan el rebrote de “infecciones sociales” del pasado, que en su momento se creyeron completamente superadas, las nuevas generaciones por no haber estado expuestas a las antiguas pandemias, no tienen suficientes anticuerpos, de ahí la aparición de grupos como los neonazis.
Los países pequeños como Costa Rica, otrora tranquilo y sosegado, también están expuestos al contagio, a veces cosas ajenas a nuestra idiosincrasia tradicional, más pueblerina que otra cosa, irrumpen con lamentable fuerza en nuestra sociedad, un ejemplo de esto son las mal llamadas “tribus urbanas”.
Sobre este fenómeno a veces se intentan esbozos “descripto-apologéticos”, que de alguna manera buscan legitimarlo a partir de “explicaciones sociológicas”, tomadas de otras latitudes.
Como todo tema este tiene muchos matices; una cosa son las modas de adolescentes más o menos inocuas, en tanto no estén relacionadas al consumo de drogas, ni a la delincuencia, otra cosa muy distinta son los grupos de jóvenes y no tan jóvenes, de marcados rasgos sociopáticos, que ni los apóstoles de la corrección política de la “sociedad inclusiva” se atreverían a defender.
No es lo mismo el simple e inevitable alienamiento cultural que acarrea consigo el consumo de la “cultura” prefabricada en las “metrópolis”; cine, televisión, música, videojuegos, libros y muchas cosas más, que la adopción sistemática de patrones de conducta nocivos para la sociedad, basados en las ideologías del odio. No nos vamos a poner mojigatos, gamberros siempre los hubo, como el típico matoncillo de barrio, o el “coco” de un pueblo pequeño, pero estos difieren mucho, del agresor que se ampara a un colectivo, para perpetrar desmanes y vejar al prójimo.
Volviendo al tema de los reciclados directamente desde el basurero de la historia, encontramos a los nuevos grupos de inspiración nazi, que nos asombran a los más viejos, pero no a los jóvenes, recientemente se cumplió un aniversario más de la tristemente celebre “Noche de lo s cristales rotos”, pero aquello sucedió en un país lejano y hace tantos años que probablemente no impresione a muchos por aquí, ni siquiera como anécdota.
Probablemente algunos cabezas rapadas deambulen esta noche por San José, talvez por el otrora señorial Barrio Amón, donde dieron su mayor golpe a la fecha, para luego apostarse y acechar en las inmediaciones de la antigua estación del Ferrocarril al Atlántico, a la espera de transeúntes desprevenidos a quienes victimizar, por el puro placer de hacerlo, en medio de una estremecedora indiferencia social.
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