Joseph Cornell (1903-1972)
Escultor estadounidense, uno de los pioneros del ensamblaje. Nació en Nyack, estado de Nueva York, y su obra refleja la influencia del movimiento surrealista, de la abstracción cubista y de la técnica de collage. A mediados de la década de 1930 empezó a crear sus obras más características, entre las que se incluye una caja, cuyo frente es de vidrio, que contiene objetos encontrados, tales como fotografías y material impreso, así como fragmentos de imágenes múltiples en una cuidada yuxtaposición surrealista. Más que cuadros o esculturas, sus obras se suele calificar como “construcciones”.
Reseña tomada de una red escolar mejicana, al parecer tomada de la Enciclopedia Encarta.
Hace algunos años acostumbraba sentarme en el auditorio de una facultad de “Bellas Artes”, para escuchar los monólogos, digo clases de un profesor de “Historia del Arte”, a quien le gustaba montar todas sus cursos a partir de los mismos artistas de siempre y contarnos sus anécdotas de cuando estuvo en Barcelona, los cursos de este profesor tenían nombres muy bonitos, por ejemplo, “Arte del Siglo XX”, pero yo por lo menos, siempre terminaba con un sin sabor, una especie de desconsuelo porque a pesar que este profesor hablaba mucho, lo hacia poco o nada de los artistas que a mí como estudiante joven me interesaba más conocer.
Joseph Cornell era uno de aquellos artistas que siempre me interesó, pero en aquella época pre internet no encontré buenas fuentes de información escrita y mucho menos de referencia visual de sus trabajos, talvez por eso siento un placer particular al reseñar brevemente la obra de Cornell, uno de los artistas fundamentales del arte norteamericano del siglo XX.
A menudo las reseñas sobre cualquier tipo de obra plástica se estructuran de acuerdo a un esquema seudo técnico que tiene los siguientes elementos:
“Título de la obra”,
Medio, (Técnica)
Dimensiones.
Año de ejecución.
Aparte de lo anterior de ser posible se suele encasillar la obra dentro de alguna tendencia, para lo cual es preciso apoyarse en una serie de alusiones culteranas, criterios más o menos subjetivos, que muchas veces buscan más legitimar el juicio del “crítico”, que a echar luz sobre el objeto de su crítica.
Algunas veces se considera vital ese sistema, sobretodo para la mal llamada “contextualización” de la obra (en algunos casos comercialización), los curadores, los críticos y los historiadores del arte, confieren algún valor a este sistema, para un artista su valor es más bien relativo a la hora de lo fundamental en una obra plástica, que en términos reales es el acierto o no en su concreción, de acuerdo a la intencionalidad del autor.
Cornell lo mismo que cualquier otro artista, a la hora de hacer su obra simplemente se dejó llevar por un gesto primigenio, un impulso instintivo de manifestar algo, a través de un proceso creativo, extrañamente este gesto que por ancestral debería ser asequible a todos los seres humanos sin intermediarios, suele suscitar un mar de palabras, a las que no somos muy afectos.
Naturalmente para abordar cualquier obra plástica, se requiere de un mínimo de entendimientos básicos que permitan apreciarla, sin incurrir en errores inducidos, por reseñas cliché, como la que encabeza este escrito, si tomamos el ejemplo de Cornell en algunas reseñas se lo suele definir como un precursor del “Pop Art”, en cuya obra se aprecia la influencia de determinadas tendencias plásticas, lo cual es cierto, pero también se lo refiere como un “escultor” y un “surrealista”, incluso alguien por ahí lo llama “El Gran Surrealista Americano”, personalmente no considero a Cornell ni escultor, ni surrealista.
Cornell es un creador difícil de encasillar su trabajo incluye el cine y sus obras más características son una especie de cajas a modo de escaparates, en las que el artista depositaba cosas que iba encontrando y conjuntaba cuidadosamente, es decir en Cornell encontramos un tipo de artista plástico que entiende su oficio en términos no tradicionales, de un modo muy novedoso para su época; sus composiciones visuales no se materializan a través de la pintura, la escultura o alguno de los medios clásicos, este hecho en sí no es lo novedoso, en Europa ya se había avanzado mucho en ese sentido, lo realmente novedoso en Cornell es su actitud a la hora de hacer.
Después de las primeras décadas del siglo XX, la vanguardia plástica se desplazo de Europa a Nueva York, el advenimiento de estas vanguardias europeas seguramente influenció a Cornell, neoyorquino de sepa, pero hay que notar que esto sucedió en un plano más conceptual que otra cosa, es decir no es que Cornell adoptase los elementos formales de algún lenguaje vanguardista como el surrealismo, esto es importante entenderlo, por ejemplo si analizamos la afirmación habitual de que Cornell fue un “escultor”, veremos que no se sostiene.
Cornell es inventor de su propio oficio, calificarlo de escultor simplemente porque sus obras son tridimensionales, no parece tener mucho sentido; la escultura como tal implica una intención expresa de creación volumétrica, por esto no se puede considerar que toda obra tridimensional es una escultura, al menos no desde un punto de vista conceptual, se puede decir que una escultura lo es, cuando alguien intencionalmente decide crear una obra volumétrica, pero también puede ser que una obra resulte volumétrica como una consecuencia de sus elementos formales, no por intención de hacer algo escultórico, esto es precisamente lo que ocurre en el caso de Cornell.
Una obra temprana de Cornell, el filme Rose Hobart, nos brinda una buena oportunidad para entender la intencionalidad detrás de sus obras, en este filme ya están implícitos los elementos conceptuales que propiciaron sus famosos ensambles, en realidad Rose Hobart es por sí mismo un ensamble conceptual, del que Cornell más que en autor de sus elementos formales deviene en una especie de “editor”; Cornell no filmó “Al este de Borneo, ni el documental del eclipse, ni hizo la música de Néstor Amaral, lo que el hizo fue conjuntar todo de un modo específico, es decir exactamente lo mismo que con los objetos que metía en sus famosas cajas, es evidente que la intención, el gesto primario en Cornell era el de expresarse conjuntando cosas en paquetes conceptuales que referenciaban su mundo, no el de hacer esculturas por amor a los objetos tridimensionales, aunque eventualmente sus creaciones pudiesen devenir en objetos escultóricos.
Esto no significa que Cornell fuese un artista sin “oficio”, por el contrario sus creaciones, están revestidas de una fuerte impronta personal, de un hacer típico, fundado en la austeridad formal, lo que confiere a sus obras una cierta gracia.
Por otra parte la difundida opinión de que el trajo de Cornell es de corte surrealista también es discutible, por varias razones, fundamentalmente por su actitud a la hora de crear; Cornell en tanto que recolector ensamblador debió ser muy selectivo a la hora de escoger y ensamblar sus materiales para lograr esa efectividad en sus obras, esto se nota a simple vista, se dice que Cornell iba colectando diversos materiales que guardaba el tiempo que fuese necesario hasta completar un conjunto, es decir cada elemento constitutivo de sus ensambles es elegido por su propia significación y puesto en relación a otros objetos significantes para elaborar un nuevo contexto semántico. El solo hecho de asumir la función de “editor”, que busca los elementos justos, casi minimalistas a la hora de crear, implica una actitud muy intelectiva y cuidadosa, es decir una actitud plenamente consciente, en oposición a cualquier automatismo del subconsciente o recurrencias oníricas.
Lo que si es evidente en cuanto a la enigmática obra de Cornell es que desde el punto de vista formal tiene un cierto encanto, un misterio y desde el punto de vista de su concepción, refleja una actitud humana universal, la de colectar elementos del entorno y producir elaboraciones a partir de ellos, por eso a pesar de esa austeridad de medios la obra de Cornell resulta cálida, familiar, a fin de cuentas quien no tiene o ha tenido una colección de objetos que le resulten significativos guardados en una cajita.
Paul SJ
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