Alguna vez te lo preguntaste
¿Por qué hacen “cuadros” los artistas plásticos?
¿Qué motiva sus imágenes?
El libro “Xilografía; Tiempo Para Ser”, aborda esos y otros temas relacionados, narrando en primera persona las experiencias de un joven universitario, que emprende una búsqueda personal en pos de dar respuesta a esas inquietudes, esta búsqueda implicó ciertos costes personales…
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Capítulo 1
EL INICIO DE UN CAMINO
En mis días de secundaría nunca fui buen estudiante, a menudo escapaba de clases o simplemente pasaba el colegio y seguía camino a San José, para matar el rato y entretenerme, algunas veces visitaba museos y los vestíbulos de algunas instituciones donde era habitual encontrar exposiciones de pintura y escultura, no sé en donde pero fue en este periodo, que por casualidad vi algunas pinturas de “Felo” García que despertaron en mí un interés por la pintura, como en ocasiones visitaba la Biblioteca Nacional, empecé a consultar la escasa bibliografía de artistas costarricenses, en una de estas ocasiones tomé contacto con un libro intitulado Francisco en Harlem, de Don Paco Amiguetti, algo especial tenía este libro, puesto que me indujo a leer los otros libros del autor, de ellos básicamente me interesaba el relato, pero poco a poco me interesó también su ilustración, otro autor que por esos días estaba en mi menú de lectura era Luis Ferrero, quien dedicara tantas palabras a la antropología y arte costarricense. Hoy sé que estas experiencias despertaron en mí un interés por entender lo que subyace en las obras visuales, aunque por entonces estaba muy lejos de saber lo importante que el asunto llegaría a ser para mí.
Tras una serie de acontecimientos ingresé a la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad de Costa Rica, mi primera experiencia como estudiante universitario, tuvo lugar un lunes del mes de marzo de 1988, la emoción que experimenté ese día tan significativo que a juzgar por mi pobre desempeño en secundaría parecía casi milagroso, lo fijó en mi, recuerdo bien la sensación de ingresar a un salón blanco, más o menos amplio, intercambiando miradas con algunas de las personas que se encontraban ahí, los rostros en su mayoría juveniles, me eran desconocidos, pero me alegró que entre esas caras hubiera una tan bonita, como la de una muchacha, casi niña, de cabello rubio ensortijado, muy hermoso,-Esther-.
Recuerdo mirar con atención unos yesos polvorientos que colgaban de la pared y reproducían detalles arquitectónicos de edificios de la antigüedad clásica. La pared norte de aquel salón era más bien una división con puertas y ventanas grandes, que delimitaba el espacio de otro salón mucho más pequeño, al que se podía mirar por los espacios que dejaban unas cortinas entreabiertas, en este salón contiguo observé unas mesas celestes con bancos altos y unas máquinas de impresión, una muy grande...
Después de las buenas tardes el profesor nos dijo, “yo me llamo Juan José, pero todos me dicen Zurdo”, contó que era arquitecto y nos explico durante un rato su concepto del diseño, luego cada cual a su turno se fue presentando, de tantos nombres que escuché solo retuve uno, el de un muchacho fornido que estaba cerca de mí y puesto en pie dijo, “yo me llamo Ari Bulgareli”, ¿cómo?, Ari Bulgareli, a la tercera vez acompañada de una sonrisa, la pregunta del profesor fue, ¿está seguro?
Por aquellos días me sentía desaprensivo, no esperaba nada en particular de la escuela, porque no tenía ningún referente, a decir verdad la única cosa que a veces me perturbaba era la advertencia, que en la entrevista de admisión a la escuela, me hiciera María Paz Zumbado, mirándome seria dijo: “¿Usted tiene suficientes recursos? Esta carrera a veces es muy cara.”
Sabía bien que era cuestión de tiempo para que se me acabara una pequeña suma de dinero que me había dado mi madre diciéndome, “si usted va a ir a la Universidad yo no se la puedo pagar, le doy esto para que se ayude, después usted verá, aquí en la casa va a tener techo y comida.” Antes cierto pariente, demasiado cercano para mi gusto, me había dicho, “así que gano el examen de admisión con buena nota, si dije, y a que va a entrar a derecho, a ingeniería,” el sujeto ya sabía, pero cuando oyó decir escultura ladró, “que usted es idiota, a la universidad se va a algo importante a estudiar cosas que den dinero, no esas
Cierto que no esperaba nada en particular de la escuela, pero de algún modo la imaginaba en un plano moral e intelectual superior, quizás imaginaba a los artistas como personas íntegras, que al ocuparse de cuestiones estéticas no incurrían en cosas
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