Clara Natoli clarita1000@gmail.com
Rome, Italy
De niño veía con cierta frecuencia, sobre todo en casas viejas, unas pequeñas urnas, a veces nichos, que contenían figuras religiosas. En ocasiones situadas sobre los pórticos, como centinelas, a quienes se confía la protección del hogar, otras veces menos públicos, ubicados en el interior de las viviendas, como reflejo material de la fe íntima de sus moradores, estos camarines constituían un espacio doméstico de honor, reservado para albergar en la cotidianidad familiar, representaciones atemporales de la divinidad, ya fuese La Virgen María, La Sagrada Familia, La Santísima Trinidad, El Sagrado Corazón de Jesús, o algún mortal que alcanzó la gracia de Dios y la santidad, estos objetos a la vez que profesiones más o menos públicas de fe, eran recordatorios constantes del ideal de trascender las cosas de este mundo.
Sculptor Rene LaVoie carving religious articles.Location:
Date taken: 1942
Photographer: John Phillips
Este simbolismo connatural a las viejas generaciones y enraizado en las más ancestrales expresiones de religiosidad, parece completamente fuera de lugar en nuestros días, hoy no son muchos los que conciben la vida como un efímero tránsito, por un valle de ilusión y lágrimas, repleto de distracciones materiales y de placeres que acechan a los desprevenidos, para robarles su oportunidad de alcanzar la vida eterna y verdadera, que solo puede acontecer en la presencia de Dios.
El auto realizarse aquí y ahora, parece ser el paradigma central de la “sociedad posmoderna”, el valor social de cada individuo está en relación directa a un “éxito personal” demostrable, ya no queda espacio para creer promesas de vida eterna, que demanden la auto postergación consciente y controlada de los deseos. Todas las cosas deseables son de este mundo.
A primera vista parece infantil preguntárselo, pero será que la paulatina desaparición de la iconografía religiosa popular es consecuencia de la “evolución cultural” de nuestra sociedad, que se ha vuelto a tal punto iconoclasta, que puede prescindir de la representación gráfica de la fe, de los ideales arquetípicos y de las personas que los han encarnado, serán estas cosas simples anacronismos de un tiempo ingenuo, o será que la representación gráfica del sistema de valores y aspiraciones más fundamentales de nuestra sociedad relativista, como el individualismo, la inmediatez, el materialismo, el hedonismo, la competencia, la ostentación y tantas cosas por el estilo, devendría en objetos francamente obscenos y vergonzantes...
Puede ser que me equivoque y que si existan íconos que representan los valores de nuestros días, por poner un solo ejemplo, la casi idolatría con que algunas personas honran algunas marcas de teléfono celular…
La obviedad de la simbología de esta obra, más en broma que en serio, convierte cualquier intento de comentario en un despropósito. En el plano formal la obra está en deuda con las esculturas de mi abuelo, escultor imaginero, con la memorable obra “Fútbol con dengue” de Pedro Arrieta QDG. Y con la manera de hacer de Joseph Cornell.
Técnica:Talla policromada y ensamble
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